Autores: Mari Carmen López Palomo, Eduardo Ortuño Pampin.
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Descripción del lugar
Una de las cosas por la que Málaga fue conocida a nivel mundial, fue por la fama que adquirieron sus vinos que llegaron a ser exportados en grandes cantidades a distintos lugares y países. Gran parte de lo que hoy conocemos como «Los montes de Málaga», estaban cubiertos por grandes extensiones dedicadas al cultivo de la vid que tapizaban sus laderas. Con ello, llegó también el auge de los lagares, que estaban destinados a sacar el zumo de aquellos frutos para elaborar los caldos.

Con la llegada de la filoxera a Málaga, en el último tercio del siglo XIX, muchas de las familias que vivían del cultivo y de la elaboración del vino, quedaron en la ruina; otras, modificaron el lagar para acondicionarlo al cultivo del cereal o del aceite. Este fue el caso del lagar de Lo Rute. Lo que en su día debió ser una edificación llena de gente y de constante trasiego hoy es una construcción en estado ruinoso, enclavada en una ladera de fuertes pendientes.
Entre sus distintas dependencias aún podemos contemplar la viga de prensar, de más de 10 metros de longitud, el husillo, más de una docena de grandes tinajas que emergen del suelo donde en su día estuvo ubicada la bodega, un molino de tracción animal con tres rodillos, restos de maquinarias y las distintas habitaciones.
El núcleo primitivo del edificio se articula en torno a la nave de la viga, mucho mayor que la del Lagar de Torrijos, con más de 10 m de largo. Dos naves laterales, divididas y comunicadas por el centro, sirven de gañanía y de bodega, con más de 12 tinajas. En el centro, una escalera conduce al piso alto dedicado a habitación. No existe fachada principal sino muro de entrada, lo que nos da una idea de la dedicación casi exclusiva a la producción agrícola y el escaso uso residencial.
A este núcleo primitivo, se adosan nuevas dependencias que se desarrollan a ras de suelo o se adaptan a los desniveles del terreno, dependiendo de las necesidades y de los cambios de cultivo y explotación. En la zona del muro de contrapeso se añaden tres habitaciones de aperos y cuadras. Al norte, corrales, cuadras y almacenes, y frente a la entrada principal, una nueva gañanía dividida en tres estancias.

Con la introducción de los nuevos cultivos tras la crisis, la solución aquí será el mantenimiento de la zona dedicada a la uva, sin apenas transformaciones en la fábrica más antigua, y la construcción de una nueva edificación para la aceituna, con un molino de tres rodillos de tracción animal y una prensa hidráulica, hoy desaparecida.

La bodega de aceite es también independiente y se integra en esta nueva edificación. Esto no impide que la prensa de viga pudiera utilizarse también para aceite, y que sirviera no sólo a esta finca sino a la producción de otras cercanas. La mixtificación es absoluta, tras la crisis del monocultivo de la uva y el paso a una economía de subsistencia que tuvo como cultivo dominante la aceituna.
Los edificios se debieron adecuar a este cambio, y en ejemplos como éste, la conservación de los antiguos elementos de transformación a los que se añaden otros nuevos, con dependencias de nueva planta, señalan cómo la historia económica y de los cultivos es en muchos casos la clave para la comprensión y explicación de los restos arquitectónicos de un hábitat rural tan degradado como el de los Montes de Málaga.

El molino para el cereal, tercer cultivo que complementa la producción agrícola de subsistencia en la zona, se añade a la edificación por el lado norte. Es, por tanto, la adición funcional de los espacios productivos, la característica principal de este grupo de lagares.
Toda la estructura es de muros de mampostería y los forjados y cubiertas inclinadas de viguería de madera. Los tejados son de teja curva a dos y tres aguas. Las cumbreras están construidas con tejas vidriadas, alternando en blanco y verde. El muro de contrapeso no sobresale del nivel de cubiertas, y al exterior únicamente se adivina por su perfil curvo de medio punto, que lo relaciona con los muros de contrapeso del este de la provincia, principalmente de la zona del interior de la Axarquía.

El resultado general es una construcción sencilla, funcional, con un aspecto de volúmenes cúbicos de gran simplicidad. El tamaño de la viga y el número de tinajas que forman las bodegas, así como los edificios independientes dedicados a la transformación de la aceituna, subrayan la importancia que debió tener el Lagar lo Rute en esta zona norte de los Montes y lo vinculan directamente con los sistemas de producción de la Axarquía alta.
Historia familiar
Poco o nada se ha podido encontrar sobre la historia familiar de los que fueron dueños del Lagar de lo Rute. Gracias a David Ortega nos llega la noticia de los propietarios más antiguos conocidos de este lugar. David nos cuenta lo siguiente:
Los propietarios más antiguos de los que tengo constancia son José de Rute y Torres para el año 1753 y Francisco de Rute y sus hermanos en 1771. La familia Rute debió continuar en el lagar como propietarias hasta 1838 cuando las hermanas María Dolores, Josefa y Rosalía Rute Castillo lo vendieron a Teresa Lasso de la Vega.
Fig. 6. Comentario de David Ortega en el grupo de Facebook «Historia de Málaga» en relación a este documento.
Por lo que nos queda que los propietarios son:
- José de Rute y Torres en 1753.
- Francisco de Rute y hermanos en 1771.
- María Dolores de Rute Castillo en 1838.
- Josefa de Rute Castillo en 1838.
- Rosalía de Rute Castillo en 1838.
Conclusiones
Lugar de trabajo con poco espacio dedicado a los habitáculos personales, buscando más la funcionalidad que la comodidad, en el que la gran zona del lagar de viga, junto con la de los molinos, permitían elaborar una gran cantidad de fanegas de vino y aceite, siendo uno de los lagares de más importancia de la época, llegando incluso a procesar los cultivos de las tierras vecinas.
A pesar del estado actual de conservación del lugar, se puede viajar en el tiempo a unos años donde la prosperidad del campo hizo que Málaga, gracias a sus vinos, escribiera su nombre en la historia.